sábado, diciembre 23, 2006

Hablar sin palabras

Conozco esa mirada, esa sonrisa.
Se que deseos hay tras de ellos,
se que al mirarme sabes que se
que es lo que piensas.


Leve inclinación de los labios carnosos
que suavemente dejan asomar las perlas.
Ojos fijos, que no huyen, que saben lo que
quieren decir.


Quiere ser un lenguaje oculto,
mas imposible es de ocultar.


Sonrisa infantil, leve.
Sonrisa de ingenuidad en la faz
del corazón loco, juguetón.


Jugamos con el destino,
miramos a traves de las hebras
de las parcas, tensando con cada mirada los hilos
jugando con el qué pasará. Que nota sonará.
No los conformamos con la simple existencia sino
que queremos danzar al son de nuestra musica.


Arqueando la curvatura de la comisura de tus labios
sonriendo asi, cuando solo sonries así, como yo solo se
que lo haces.


Así escucho tus palabras,
aunque esten perdidas en el silencio.

Sonata debil

Yo quisiera pintar un paisaje
con sonoros pinceles y divina pintura.
Un paisaje rifeño y salvaje
entrañado en el seno de la vasta llanura.


Un paisaje en un lienzo dorado
con matices del alma, de pasión y armonía.
Un paisaje espontáneo, pintado
en la clave sencilla de una extraña poesía.
.........................................................................


El desierto es profundo.
Sobre la prada arena,
la figura serena
de un viejo errabundo
contempla distancias de amor y de vida.
Parece que tiene la melancolía
del día que muere para que otro día
el espacio cuente y la tierra mida.


Inclina de pronto su enjuta cabeza.
Parece que al suelo mira con tristeza
y el suelo refleja su fisonomía.


La distancia gris ¿dónde se termina?
La vida allí empieza; mas ... ¿dónde?

Parece que el mismo silencio responde
palabras confusas casi de rutina.


La irada oblicua de todos los viejos
suele ser torrente de filosofías.
Sus ojos parece que tienen estrías;
parece que vienen rodando de lejos, muy lejos,
mirando el paisaje de todos los días.


La vida es tedise, mortal, aburrida,
y el mundo, monótono y lento.
Yo me moriría de pena enseguida
si Dios no me hubiera dado el pensamiento.


Y el anciano triste, y el anciano humano,
deja que su frente se apoye en su mano.


A su lado tiene una mole inmensa.
El casco granítico y bruto del monte...
Mira a la atalaya...Vive, porque piensa...
Transcurre a su frente el lejano horizonte,
lento, inanimado. Y en la arquitectura
simple de la vida, fallece la extensa,
monótona y triste llanura.


El sol se desgrana.
Labóveda azul se derrumba,
sirviendo la arena tostada africana
como negra tumba
del día que empieza con cada mañana.


Y ante la verdad tangible, mayúscula, inmensa,
el alma fecunda del desierto agreste
mira la armonía del mundo celeste,
y el anciano, triste y monótono, piensa...


¿Dónde está el amor? ¿Y dónde el concierto
en que se producen las ansias más bellas?
Ahora parece mi alma un desierto
sembrado de estrellas.


Ah , la juventud... no es cuando se hace
la vida inconsciente.


Es cuando en el alma el amor se siente
que nace.
Cuando el pensamiento mata a la distancia,
y la inteligencia
extrae del espíritu la lírica esencia,
la dulce sustancia,
la suave fragancia
de nuestra existencia.


Y el viejo rdo cayó en la arena
como rendido.
Llegó al cenit la luna llena,
miró al anciano, lo vió dormido...

miércoles, diciembre 13, 2006

Allegro

El cielo del Rif, africano,
es como los bosques de la Alhambra mía.
Un poema etéreo lleno de poesía
dormido en un pentagrama shbertiano.


Yo preveo en mi alma un salvaje instinto
de melancolía y de amor brutal.
Es un pensamiento bello y musical
que me hace intangible y étereo, distinto...


...Paciendo mi pábulo azul y sublime
con la musiquilla de la dulce brisa.
Parece la caja de violín que gime
cuando le pronuncia el arco una sonrisa.


Parece el crujir de os cascos de plata,
parece el batir de las líricas alas
de los fabulosos centauros del sol,
piafando armonioso la etérea sonata,
pasando trotando todas las escalas
ultrasiderales de un verso del alma en bemol.


Parece que suavemente beso
unos labios rojos de rojo carmín,
y en mi alma luego se me queda impreso
el místico beso brujo de un violín.
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...............................................................



En Granada toda mi alma rifeña
y en el Rif etéreo mi alma granadina
vive porque ama, ama porque sueña
una causa ignota, sublime y divina.

domingo, diciembre 03, 2006

Érase una vez un castillo que soñaba,

Érase una vez un castillo que soñaba,

Este castillo no era como los de más, era hijo de mil y un arquitectos, moriscos, cristianos y de mil culturas más. Este castillo podría estar en cualquier punto de España, pero este castillo realmente existe y vive en el alma de cada uno de ellos.


Él aún recordaba como pequeñas hormiguitas, los hombres, subieron piedra a piedra con sudor toda una montaña antes de divisar aquella colina, ¡Cuántos mulos, yeguas y pollinos subieron la empinada cuesta! Y tras mil y un sufrimientos, azotados por las incursiones enemigas, en el tiempo que una golondrina hace su nido, se alzó majestosa aquella atalaya.


Bien lo recordaba, primero la atalaya morisca, después fue la torre del señor cristiano, más tarde el patio. Porque él era castillo más suntuoso en su época y ahora, aunque arruinado, es el único que resiste en la región.


Qué daría él por poder saludar a la torrecita que había en la loma del pueblo de al lado, de la que tantas veces antaño se había reído. Que ilusión habría sido volver a ver un caballo entrar por la muralla del pueblo.


Nuestro castillo se dedicaba todo el día en recordar y recordar, y recordando se le venia a la cabeza aquella vez en que le conquistaron, y como sin que los mismos franceses lo supieran. Él mismo abrió un poco el ala sur y apareció un pasadizo secreto y para así poder ser reconquistado.


También recordaba las grandes historias de amor que en su precioso patio de mármol tuvieron lugar, o las memorables escaladas que a algunos atrevidos llevaron al lecho de alguna perversa doncella.


Pero ya hacía tiempo en que todo aquello había pasado, y ahora sus dueños habían decidido abandonarle. La señora, (¡¡¡que horror de señora!!!), tenia la fijación de que ese castillo era frió y anticuado y que ahora la nobleza vivía toda en la capital. ¡Como si en la capital fuese haber patios labrados más bonitos que el suyo!, o ¡como si alguien fuese a preferir a las estrellas de la noche serrana a las de las huidizas estrellas de la ciudad!.


Desde luego, era algo que él no podía comprender. ¿Quién querría irse de allí? Al fin y al cabo ¿él no los protegía de las mil y una guerras que acechan el mundo?, ¿qué casa o palacio podía existir mejor que él?, que en si mismo era una obra de arte; pensaba al mirar los fantásticos lienzos y tapices que había en sus salones.


¡Aquella señora era una bruja!, no podía ser otra cosa, qué ser sino querría desearle tanto mal.


Poco a poco, aquella, le fue robando todos sus tesoros, y nuestro castillo fue cayendo en la melancolía.


Aún se contentaba viendo su patio barroco, saludando a las nubes, a la Luna y al Sol. Asomándose a sus grandes balcones. Y día a día, noche a noche, el castillo se fue aletargándose y comenzó a descuidar su aspecto.


Dejó que mil plantas entrasen en él, y que la gente le robase sus muros, piedra a piedra. A nuestro castillo ya todo le daba igual, solo vivía para mantener impoluto y a salvo su precioso patio de mármol.


Todo hacía que pensar, que este día iba ha ser como otro día cualquiera, el sol salía por el este, la luna se ponía por el oeste…. pero no iba a ser así, un extraño hombre con extraña indumentaria abrió el portalón.


¡Qué bien!- pensó nuestro amigo. Después de tanto tiempo alguien se volvía a interesar por él. Decidió impresionarle y pidió al roció que limpiase cada escultura y relieve de su patio. Aquel extraño personaje debía de adorarlo tanto que tendría que quedarse allí a vivir.


Y al entrar el humano en el patio…. Se quedo paralizado, como si su alma hubiese abandonado su cuerpo y un demonio usase ahora sus huesos. Recorrió durante una hora aquel patio, deteniéndose en cada grabado en cada figura.


El castillo maravillado, al irse el visitante quedó más que satisfecho.


Tres días más tarde sucedió la tragedia. Temprano, volvió a ver a aquel extraño ser subir por la cuesta, pero segundos después, mil dragones y bárbaros asomaron tras de él. Impunemente entraron en sus entrañas y seccionaron pieza a pieza su fabuloso patio de mármol. ¡Donde estaban ahora todos sus caballeros para defenderle! ¿Quién era aquel demonio que le robaba lo único que quería y quedaba? ¿Dónde se hallaba ahora su orgullo?


Sus suplicas se oyeron en todo el valle, y como veía que nadie venia en su ayuda decidió sacrificar su torre este lanzándola sobre aquellas bestias. Pero todo fue inútil.


Al anochecer del tercer día, ya solo quedaban columnas desnudas en su patio. La ira le arrebato la razón. Desde entonces cada vez que alguien se adentraba en sus dominios, llamaba al viento para que ululase por sus pasillos… llamaba al rayo y al trueno para espantar a los intrusos, reclutó mil murciélagos, búhos y ratones para ahuyentar a todos los humanos. Pero así solo consiguió quedarse aún más solo. Ya en el pueblo no le respetaban y admiraban como antaño. Ahora le unían. Nadie quería vivir cerca del castillo maldito y dejaron de mirar arriba de la colina.


Así de puro aburrimiento nuestro castillo calló dormido profundamente….


Al principio todo era oscuridad, era la primera vez que nuestro castillo dormía ya que siempre, aunque aletargado, había estado alerta.


Un día, unos niños, se adentraron en el castillo. Al principio con miedo, pero al ver que el castillo dormía, se fueron adentrando pasito a pasito al principio, como el que acecha a una feria salvaje, pero una vez dentro perdieron el miedo.


Pronto los niños tomaron confianza y se pusieron a jugar entre sus almenas y pasadizos. Unos hacían de reyes, otros de caballeros, moros, cristianos, mosqueperros, magos y princesas. El castillo fue haciéndose el lugar preferido de juegos de la pandilla.


Al poco tiempo, el castillo abandono su oscuridad onírica para adentrarse en un mundo de color, los juegos de los niños se convirtieron en realidad dentro su mente. Otra vez veía caballeros luchando cuerpo a cuerpo entre sus almenas, princesas, brujas y hadas, doncellas, donceles…por fin conoció al gran mago Merlín y al rey Arturo, pero de pronto despertó. Aquellas visiones no eran más que el fruto de los juegos de aquellos chiquillos.


Aprendió a querer a aquellos niños que le habían enseñado a soñar y jamás permitió que les pasara nada. Cinco mil días pasaron, hasta que aquellos niños abandonaron el pueblo, pero aquellos niños le habían dado el mayor regalo, los sueños.


Ahora, ya se no aburría nunca, de cuando en cuando soñaba que era un castillo en el aire y viajaba por todos aquellos lugares que siempre soñó ver. Otras veces soñaba en ser estrella de cine, como el castillo de la cenicienta. En alguna ocasión soñó con sus padres, cuando paseaba sobre sus pasillos.


Pero si duda alguna su sueño favorito era el de ver otra vez a aquellos niños jugando entre sus almenas.


Desde entonces, solo los niños y jóvenes audaces eran admitidos en el castillo de los sueños.


Pero un día, alguien se acerco a al portaron. Parecía una persona mayor, pero….era extraño. Tenía ojos de niño. Una ráfaga de viento le empujó hacia dentro y paso a paso el niño adulto fue recorriendo cada estancia del castillo, y a cada paso una lágrima caía en su corazón. El chico parecía ver fantasmas en cada rincón. Veía cosas moverse, risas de niños.


A la salida ambos, castillo y hombre se miraron por última vez aquel día. Le a había reconocido, aquel hombre no era un hombre, era uno de los niños que crecieron entre sus paredes.


Días más tarde, volvió a verle subir la cuesta, y tras el, otros mil dragones le siguieron. Pero él sabía que esta vez todo sería distinto. Aquel niño-hombre sufría tanto como él al ver su ruina y el niño no podría hacerle daño sin repudiar su alma antes.


Los dragones se convirtieron en ángeles que repararon cada una de las heridas que el tiempo, las guerras y los desalmados le habían causado. En apenas un suspiro el mismo se sentía haber vuelto a nacer.


Ahora contaba con muchas más cosas. Una gran biblioteca donde leer y cultivarse (dentro de poco hasta las universidades tendrían que respetarle), una gran comedor lleno de suntuosas mesas y al fondo un magnifico piano de cola. Pero lo que más ilusión le hizo es sentir de nuevo gente dormir en sus entrañas.


Otros sueños aprendió, y mil parejas conoció, en aquel, su palacio por un día.


Pero algo afligía todavía al castillo dentro de toda aquella felicidad, nunca pudo dar las gracias al niño-hombre por aquel regalo tan maravilloso que le había dado. De esta manera, un día que este se dirigía a hacia sus aposentos, él entre abrió la puerta de la biblioteca, invitándole a entrar. El hombre fijo sus ojos en el hilo de luz que de la biblioteca emanaba y se decidió a entrar.


Vio, que la lumbre estaba encendida, y la luz eléctrica apagada. Sin saber porque, el hombre se dirigió a su sillón, frente a la lumbre y se dispuso a sentarse. Pero había un libro en el sillón. Un libro que nunca había visto antes, en el lomo decía…. Castillos de Leyenda. Cogió el libro por la página por la que estaba abierta y se sentó.


Comenzó a leer el libro, y vio que el capitulo hablaba de un castillo encantado. Y encantado quedó el hombre y poco a poco, página a página el libro fue robándole la conciencia y justo antes de caer en el mundo de los sueños, el castillo le susurró…


“Érase una vez un castillo que soñaba…”


Si alguna vez lees esto y despiertas en un castillo, realmente no lo leíste, sino que el castillo te habló en sueños, como a mí me pasó.


Pmisson

sábado, noviembre 25, 2006

Qué tarde es ya, qué tarde es siempre

Qué tarde es ya,
qué tarde es siempre
con Madrid y sus luces allá a lo lejos
con las tascas y bares medio cerrados
y los cines abiertos

De madrugada solo estan los que buscan compañia
los que no tienen nadie, no tienen nada
y en mi rumbo perdido
yo solo pienso que...

Supongo que estará
tapandote la cara.
Supogo que estará
recorriendote la espalda.
Supongo
no lo sé
que no piensas en mi.
Maravilla de mujer
que no diera por saber...


Debería de darme igual,
¿debería de darme igual?,
¡debería de darme igual!.


Qué pronto es ya,
qué pronto es siempre.

La luz de la alborada
pasos cansinos
la resaca de un sueño
de pensamientos los bolsillos repletos.
De poesía yo te sigo buscando
deseperado si no te tengo toda
no tengo nada
y en mi rumbo perdido
yo solo pienso que...


Supongo que estará
tapandote la cara.
Supogo que estará
recorriendote la espalda.
Supongo
no lo sé
que no piensas en mi.
Maravilla de mujer
que no diera por saber...


Debería de darme igual,
¿debería de darme igual?,
¡debería de darme igual!.

Qué cerca tu,
qué cerca siempre
agonia sin duda
se desmorona
la palabra prohibida
quedó en mi boca
el abrazo furtivo
me enredado y
después de mi cara confundida
solo queda el desorden de tu mirda, de tu risa y tu llanto.
No quiero niña más.


Supongo que estará
tapandote la cara.
Supogo que estará
recorriendote la espalda.
Supongo
no lo sé
que no piensas en mi.
Maravilla de mujer.

Supongo que estará
tapandote la cara.
Supogo que estará
recorriendote la espalda.
Supongo
no lo se
que no piensas en mi.
Maravilla de mujer
que no diera por saber...

Debería de darme igual

Qué cerca tu,
qué cerca siempre.

debería de darme igual,

Qué pronto es ya,
qué pronto es siempre.

debería de darme igual.

Qué lejos tu,
qué lejos siempre.

¡¡¡debería de darme igual!!!

Romance

A la muerte de Sid Abselán Ben
Mohamed Mohán, tejedor de
mantas y contrabandista.


Por el horizonte negro
cuatro leones gigantes
rompen rugidos de lástima
en las espaldas del aire.

Por el horizonte negro
cuatro melenas brillantes
sudan lágrimas de acero,
cuatro rigidos ciriales
iluminando el silencio
distancias horizontales.

El Africa está callada.
En el desierto, un cadáver.
Cuatro leones inmóviles
la fúnebre escolta hacen.
.............................................
.............................................

La luna se está bañando
en la espuma de los mares.

Cuatro luceros del éter
como fantasmas le salen.

La luna estaba creciente,
de pronto queda menguente.
...................................................


Por el horizonte negro
de negra crin azabache
el féretro lo conducen
cuatro leones gigantes.


Pronuncian sobre la arena
pisadas inapreciables.
como si calzaran cuatro
pedazos de su turbante.


La arena, casi de miedo,
tras de sus pasos se abre.
...............................................


Por el horizonte negro
susurran como comadres
cuatro anacoretas viejos
con cuatro pardos sayales.


En el silencio murmuran
los collados formidables,
haciendo presa en sus cimas
la negra faz del instante.


Que cuatro buitres nocturnos
sus rígidas alas baten.
...................................................


Por el piélago de arena
la luna riela menguante.
Gime en sus olas el viento.
Por el viento va el cadáver.


Yo oculté mi sentimiento
en las bolsas lacrimales.
................................................

En medio de la llanura
se apagaron los ciriales;
luna y estrellas se fueron
con los leones cobardes,
quedándome frente a frente
con el esqueleto árabe.


-Yo te lo juuro por ti,
hijo del Abencerraje,
que he de soñar cuatro noches
con cuatro chorros de sangre
hasta verla coagulada
al filo de mis puñales.


-Sidi Cayo, por Al-láh
te juro que no es en balde;
que me esperan cuatro huries
en las orillas del Káuter
y he soñado cuatro noches
con ofrecerles sangre
que en mi venganza coagules
al filo de tus puñales.
..................................................


Por el desierto rifeño
sigue el cortejo al cadáver
la marcha la van abriendo
cuatro leones gigantes...

viernes, noviembre 24, 2006

La peregrina

Habían pasado ya varios dias, y la andeana había dejado sus que haceres y ahora hacia el camino con él. Él no se lo había pedido, pero estaba allí a su lado, rozandole la mano, mirandole de manera lasciba y cariñosa alternativamente.

Él se preguntaba por qué estaba ella allí, acompañandole en el camino durante tantos dias. Su compañia era agradable y su calor en la noche dulce manjar al que era dificil resistirse. Era extraño porque la campesina viajera parecia leerle la mente en muchas ocasiones, pero aun apesar de su indiferencia ella continuaba cogiendole la mano.

Había deseado muchas veces tener compañía en el camino, pero nunca había encontrado nadie que fuera en su dirección. Sus musas eran su única compañia, las que le hacian caricias en la noche, las que despeinaban en la madrugada, eran perfectas pero frias. Ella no.

Él no la amaba, pero su sortilegio hacía que no pudiera separarse de ella. Era algo que le castigaba a cada paso juntos, sus ojos no brillaban como los de ella, ¿por qué ella seguía a su lado?.

No hablaban, no hacía falta. Las miradas lo decian todo. Las palabras solo eran una gota en un mar de miradas. Cuando él sentía frio, la miraba intensamente a los ojos de ella e inmediatamente ella con una sonrisa pícara sabía lo que tenia que hacer para cambiar eso.


Ahora después de tantos años ya sabía porqué ella estuvo allí. Ella sabía que su resistencia era inutil, y que el veneno ya estaba dentro, solo era cuestión de tiempo y alguna que otra dosis más hasta que el corazón dejase de latir de manera autónoma. Entonces sería suyo para lo que quisiera, tendría un agradable juguete. Y él no se daría cuenta hasta que ya fuera demasiado tarde.

Ahora en la mar no pensaba mucho en aquella compañera del camino. Solo cuando el viento arreciaba con gelido aliento y se sentía frío y solo en el puente dirigiendo la nave. Había muchos tesoros, tantos como estrellas, pero solo merecía la pena buscar aquellas estrellas brillantes que estanban en el horizonte. Quizás algún día le devolverían el calor perdido y marcasen un nuevo rumbo. Rumbo allí, donde él no podia llegar.

domingo, noviembre 19, 2006

La caja de música

Era una cajita de madera noble, apenas adornada escondía en su interior un tesoro de valor incalculable. La caja se aburría en la estantería de la tienda. Y es que no destacaba mucho dentro de aquella gran tienda de antigüedades llena de curiosidades, cachivaches inservibles la mayoría.

Una tarde de otoño, una niña abría sigilosamente en la tienda, como si no quisiera despertar a todos aquellos objetos que dormían profundamente arropados por su manto de polvo. Poco a poco la puerta se iba abriendo e iba divisando nuevos tesoros, una mecedora como la de la abuela de Blanca nieves, unos zuecos, en el fondo una rueca como la de la bella durmiente, un viejo aspirador que habría jurado haber visto alguna vez usar a Samanta, unas bicis oxidadas.... Su padre le había contado que allí se guardaban todos los objetos que salían en los cuentos.

Su ojos se abrían cada vez más mientras terminaba de abrir la pesada puerta, los abría tanto que parecía que en vez de ojos usase gafas. Entonces la puerta chocó con el carillón que avisaba al tendero de que alguien entraba y Cliklines sonaban sobre su cabeza.

Asustada salio corriendo fuera de la tienda, casi sin mirar atrás, salvo ... en el último momento, cuando jadeante pasó la última esquina.

Pasaron dos días hasta que se atrevió a volver por allí, esta vez miro muy detenidamente a través del escaparate, entre el bosque de redes y cañas de pescar que se interponían visualmente entre ella y la puerta.

Agarro el pomo con firmeza. Cuidadosamente lo giraba y de nuevo comenzó a empujar la pesada puerta. Ahora, en vez de fijarse en las maravillas que había en el interior de la tienda, tenía la mirada puesta en lo alto, fijándose de que en esta ocasión la puerta no chocara con las campanillas.

Contuvo la respiración y paso su pequeño cuerpo por la abertura que quedaba antes de que la puerta provocase el estruendo. Ya dentro volvió a cerrar la puerta tan sigilosamente como pudo.

Aquello era impresionante, había todo tipo de cosas, instrumentos de música, espadas oxidadas, muebles llenos de curvas, nada parecido a sus rectos armarios. Quería llevarse algo de allí, ella también quería su propio cuento, pero había tantas y tantas cosas que no sabía que elegir.

En el altillo de la librería del fondo había un sombrero con una pluma, esta alto pero... quizás trepando por la librería... Se subió a una silla que había junto a la librería, de ahí al aparador y... casi, pero no. No llegaba. Al bajar del aparador se dio cuenta de que casi había pisado sin querer una polvorienta cajita. Bajo y la cogió.

Tenía muchísimo polvo, al asirla sus manos se volvieron grises y al soplar para quitarle el polvo una nube la impidió ver durante varios segundos.

No mejoró mucho el aspecto de la cajita, por lo que empezó a pasear por la tienda buscando algo con que limpiarla hasta que encontró unos pañuelos bordados. Con cariño fue limpiando la caja y lo que parecía una simple caja empezó a revelar unas preciosas incrustaciones de madera que formaban la imagen de una torre junto al mar, contra la que rompían las olas.

Algo en su interior la decía que no debía abrir la caja, pero era tan bonita, tan delicada que no podía resistirse. Estaba segura que dentro encontraría una perla, un cabello, un mapa. No sabía que había dentro pero estaba segura que de la traería alguna aventura.

Puso la caja sobre su mano izquierda y comenzó abrirla con la derecha... Tal era su ansia que la abrió de golpe y dos sílabas escaparon de la caja. Dos sonidos que despertaron cada uno de los dormidos objetos que allí se encontraban y más aun al tendero que empezó a gritar, "¡Quien va!".

Pero la pequeña niña ya había cerrado la caja y abierto la puerta con el consiguiente estruendo cuando oyó aquellos gritos. Corrió y corrió, esta vez sin mirar atrás.

Llegó a la puerta del jardín de su casa, allí se detuvo un momento a pensar, que en su casa no podría tampoco oír lo que aquella cajita contenía sin que la escucharan. ¿Cual podía ser un buen lugar para escuchar aquello?

Miró la caja y su dibujo la dio una idea. Una torre junto al mar... ¡el faro!, allí rompían las olas y azotaba el viento, nadie la oiría.

Ando durante más de una hora hasta el espolón, y allí abrió la caja. Una bella canción se sonaba en las entrañas de la caja de música. No tenía mecanismo, y parecía que la pequeña cajita no tuviese fondo. Era un pequeño agujero del que salía una leve brisa y una suave canción.

Entonces se abrió la puerta del Faro. Nunca había estado arriba y pensó que sería un lugar fantástico para oír a solas la melodía. Comenzó a subir por aquellas escaleras interminables con la caja en sus manos. Pensando, deseando conocer a quien tan bella voz tenia, quizás arriba, en la lámpara de ese viejo y abandonado faro pueda escuchar mejor la canción. Una voz, sin duda de cuento... que cuento sería aquel, ella no lo había leído.

Siguió subiendo paso a paso, mirando de vez en cuando por los ventanucos por los que podía ver como el Sol iba a ponerse en poco tiempo.

Siguió subiendo, pero empezaba a estar algo mareada, era como si el faro se moviera.

Al fin vio la trampilla que daba a la sala de la lámpara. La escalera estaba oscura y solo se distinguía puerta por los últimos rayos de sol que se filtraban de manera difusa por la misma. Abrió de golpe la trampilla y al salir un reflejo en la lente del faro la cegó por un momento y tropezó dejando caer la caja.

Que golpetazo se dio en la cabeza, quedó inconsciente. Al rato se despertó. Todo parecía extraño, todo menos el Sol, que se encotraba en el mismo lugar.

Ahora tenía unas grandes manos y llevaba un curioso vestido, pero lo que más le extrañó es que no veía su caja de música. Se incorporó y ahora que levantaba la vista no podía reconocer nada de lo que veía. Las seguían siendo blancas las paredes pero un blanco nacarado, y ya no había rastro de la lente del faro. En vez de aquello había un balcón en frente suya. Se incorporó y comenzó andar hacia el balcón. Al salir pudo ver que ya no se encontraba en un vulgar faro, sino en una torre de marfil y plata junto al mar.

¿Qué hacía ella allí?, ¿qué había pasado?. Penso en la canción, en ella tenía que estar la respuesta a tanto misterio. Empezó a cantar lo poco que había retenido de aquella canción, de aquella melodia de la brisa marina. Entonces.... todo cobró sentido.

Suya era la voz que cantaba, y suyo era el cuento al que pertenecía la caja. Quién sabe como acabaría, no la importaba porque se había cumplido su deseo. Ya era protagonista de su propio cuento.

martes, noviembre 14, 2006

Los Jinetes de la Muerte

Reventando las entrañas
de los piélagos de arena, el llano inerte,
han trotado como fieras alimañas
los Jinetes de la Muerte
execrados de los pliegues de las áridas montañas.


Como abortos del infierno han perseguido
la distancia horizontal y divisoria
de la tierra y de los cielos, y al aullido
colosal de sus gargantas, han sentido
relinchar a sus caballos las canciones de victoria.


Cual diabólico huracán temible y fuerte,
han pasado los Jinetes de la Muerte
por los vastos horizontes, y ante el brillo
singular de la gumía, las sedientas cimitarras,
se ha cegado todo el Rif...
...cunado el cuchillo
desmembraba los cadáveres en arras
y tributos por el mísero Llano Amarillo.


Satisfechos y saciados
de su ánimo violento,
como espectros dislocados
los corceles desbocados
han violado en un momento
los dominios de la luz, el sol y el viento;
y con gestos de crueldad terrible y loca,
al hambriento redoblar de los timbales
han frenado los jinetes fantasmales,
entonando, al estallar las maldiciones en su boca,
las estrofas de sus himnos inmortales.


Un segundo no ha bastado.
se contemplan, sonriéndole a su arrojo
con frución espeluznante, el rostro untado
con la muerte y con lo negro, con la sangre y con lo rojo.


Y al tronar con estridencia un nuevo grito,
los jinetes del averno se preparan
agarrados a las crines de sus potros; los espuelan,
y en la triste desnudez del infinito
llano inmenso, los feroces al ciclón violento paran,
y arrancándole de cuajo sus dos alas, corren ... vuelan...


Van dispuestos a salvar los arreboler
persuadidos de que es sangre el color rojo,
y con saña, con pasión odio y enojo
desangrar en los espacios a los soles...


Al crepúsculo maldicen, cruzan llanos, suben montes,
y en el último collado,
con el músculo cansado,
casi ciegos de furor miran los nuevos horizontes,
al ignoto más allá, hética suerte
reservada en el espacio dilatado
a los tétricos Jinetes de la Muerte.


Con soberbia y con violencia
se deshacen maldiciendo su impotencia,
muerden rabia en un instante
juramentan destrozar la tierra árida africana...
... cuando Al-láh, por el espacio emocionante.
constelando mil luceros en celeste caravana,
deja libre - plata azul - la rutilante
media luna musulmana.

Y el espíritu salvaje del rifeño
queda inmóvil, blando, inerte.
Con la brisa, el Paraíso del ensueño
llega en pos de los Jinetes de la Muerte.

lunes, noviembre 13, 2006

Tras el Huracán

Ya había pasado el peligro, sin embargo el capitán seguía en el castillo de proa, solo. Tan solo quedaban en el barco el vigía y algunos juguetones delfines que acompañaban al navío.



Podía ver se el camino a la luna iluminado en el mar.



El capitán seguía con la mirada en su barco, oyendo, escuchando, sintiendo. Miraba al vació con una leve sonrisa al principio con una leve mueca al final. Ahora sabía algo, por fin había llegado el esperado día. Lo había visto desde la distancia de los años. Sabía que algún día llegaría si bien nunca pensó cuanta de su sangre tendría que derramar para llegar a verlo. Quizás nadie puede comprender como la madera puede echar raíces en los hombres.



Los veía trabajar como piezas de un reloj, volar como una bandada de jóvenes aves surcando el cielo en formación aprovechando cada ráfaga de viento, unidos contra el ataque del halcón. Alternándose con una dulce parsimonia a la cabeza de la formación.

Ellos cuidarían bien de su barco. Se habían enfrentado a un temible huracán, le pareció el huracán más dulce que jamás había atravesado.



Los Huracanes siempre eran peligrosos y bellos. Esta vez desde su castillo había podido contemplar pasivamente la lucha del barco y tripulación contra las olas, las quebradas figuras que dibujaban los rayos y finalmente el ansiado fuego de San Telmo. Esta vez tan solo una mirada a un cabo suelto fue necesaria por su parte para ayudar a su tripulación a capear el temporal.



Ya no era su barco, las golondrinas lo conocían y manejaban mejor que él mismo.

Sabía que algún día dejaría ese barco, quizás antes de lo que él mismo imaginaba, pero estaba tranquilo. Su espíritu estaría con esas maderas durante años, aunque no él no estuviera presente.



Su tripulación estaba contenta con los tesoros conseguidos, más el tesoro que él perseguía no podía guardarse en las bodegas. Entonces miraba al cielo y contemplaba los infinitos diamantes que adornaban la noche. Él estaba tristemente feliz, sabía que su felicidad era fruto de la calma tras la tormenta, por que él era feliz con esa vida, luchando contra las tormentas, amándolas buscándolas, domándolas o siendo domado por ellas. Pero no podía dejar de buscar, tenía que ir más allá, a donde se encontraba La Estrella.

Siempre que veía su fantasma en el horizonte se le escapaba, estaba empezando a convencerse que con su amado barco nunca la alcanzaría, pero aún no había llegado el momento de cambiar de barco. Quién sabe cuando llegaría ese momento. Ese día se levantaría por la mañana y lo sabría.

miércoles, noviembre 08, 2006

El rugir de la Tormenta

Ya se oyen los truenos, aunque aun no llueve. El mar esta picado. Todo el mundo anda en cubierta poniendo a punto en buque para pasar otro huracán. Se esta haciendo de noche y es difícil seguir el rumbo. Las linternas se apagan con el agua de las olas y difícil comunicar las ordenes con el rugir del viento.

La cueva, el refugio, aquí no hay donde esconderse. No como entonces....

El verano estaba acabando y nubes negras se divisaban en el horizonte, pero el camino estaba siendo más agradable que de costumbre. Una lugareña le estaba acompañando este tramo y la conversación era agradable, tanto que sin pensar donde les llevaban sus paso se acercaban poco a poco a la tormenta.

Al principio suaves gotas resbalaban por sus capas y sombreros de paja, pero al rato grandes pedriscos caían del cielo. Ella al momento le rozo la mano, le guiño un ojo y desapareció tras el rayo.

Desconcertado no sabía donde ir ni que había pasado con aquella mujer. Sus ojos se fijaron en otro lugar en el que el rayo habían tocado tierra. Parecía que en medio del acantilado. Salió corriendo dejando atrás su bordón hacia la cueva que allí se hallaba.

Al llegar le pareció ver y oír algo en su interior, un resplandor extraño como nos ojos y una voz. A oscuras fue dando pasos en la cueva. Al principio podía caminar erguido pero poco a poco tenía que ir agachándose. Era una cueva enorme, o al menos eso le parecía por el eco de los truenos.

Poco a poco el sonido de los truenos dejo de oírse para pasar al más absoluto silencio.

Era extraño porque a pesar de que estaba en la más absoluta oscuridad podía andar por esa caverna como si del mismo vientre materno se tratara. A ondando paso a paso en las entrañas de la cueva. Danzaba en la oscuridad siguiendo las extrañas e inconscientes instrucciones del silencio.



Entonces resbaló. Cayó varios metros por una especie de tobogán hasta que se freno suavemente al llegar a la horizontal. En aquel silencio, en aquella oscuridad sin estrellas sintió un aliento calido. Noto un cuerpo junto al suyo, un cuerpo desnudo, dormido. Estaba asustado, temblaba pero el calor del cuerpo le atraía y suavemente entro en trance.

Un sueño, fuera de si mismo pensaba: no puede ser real, nadie entra y cruza un gruta a oscuras, todo esto tiene que ser un sortilegio.¿Quien es la que yace a mi lado?, ¿será la aldeana que apenas conocía? Pero, como habrá llegado aquí,¡¡¿como he llegado yo aquí?!! Parece su aroma.... si al menos...pudiera...pudiera...


Antes de que terminara su pensamiento, su deseo, una suave caricia salio de los labios de ella hacia los suyos.

El respiraba su alma, el tacto de sus labios con los suyos. Ella estaba apoderándose de él, estaba adentrándose en su ser, estaban trabados uno junto al otro enroscados. Cada respiración era la del otro, el tiempo se había detenido, su cuerpo ya no era suyo. Ella lo controlaba, sus labios pegados, su lengua dictaba las ordenes. Ordenes sin palabras. Aire compartido, calor compartido.

Cuando ella le había por fin transmitido todo su aliento dejo escapar sus labios.

¿Qué era aquello maravilloso que le había hecho esa mujer? Una orden, y él se dispuso a cumplirla. Las puntas de sus dedos recorrían suavemente los salientes, curvas, valles y collados de la topografía de su compañera de oscuridad.

Delicioso paseo por la suavidad del desierto calido de su vientre, rico manantial de su boca, dulce y salado rió de sangre en su cuello. Intrigantes cortados en sus afiladas manos.

Suave exploración que hacia que su corazón latiera cada vez más rápido. Notaba que la tormenta ya no estaba fuera, estaba en su interior. Era como si los vapores respirados de su compañera estuvieran condensando en su adentros. Aire, sentía que era un vendaval recorriendo las sierras, colinas y bosques. Sentía penetrar por cada cueva de aquellas montañas. Sentía estremecerse la tierra.


Sus labios era la lluvia que humedecía su boca, su pechos y colinas. Unas veces fuerte aguacero otras leve chirimiri. Sus manos vendaval que recorría con ahínco su cuerpo, acariciándolo, buscando. Buscando cumplir las órdenes, buscando la cueva.

Entonces súbitamente la tormenta descargó, todo el bosque, la cueva, todo se vio inundado por la lluvia y el huracán. La tierra se estremecía, estaba volviendo a su ser, sus vapores entraban de nuevo en ella y con una suave gesto calmó la tormenta.

Entonces solo quedó la oscuridad y su calor.



Cuando abrió lo ojos estaba solo, pensando que aquello efectivamente no había sido real. Sin embargo, esta en la entrada de la gruta y no en sus entrañas. La gruta no era producto de su imaginación. Al poco rato por la entrada de la gruta entraba la lugareña, con un brillo especial en los ojos, algo que no tenia el día anterior y una sonrisa picara. Traía el desayuno. Y con un ligero beso en los labios y un guiño le dio a entender que ella era la que le había robado el alma la noche anterior.



Sin abrir la boca, ni pronunciar una palabra, hablando en silencio, los dos continuaron el camino.

Al bajar de la gruta, recogió su olvidado bordón y juntos prosiguieron el camino.



Ahora la tormenta estaba ya aquí. Y en este inmenso mar no había cuevas o refugios, ni compañeras en el camino. Tan solo las musas le acompañaban y sus tripulación.

Antes de que las nubes de tormenta cubrieran todo el cielo, le había parecido ver La estrella, justo después de desaparecer el Sol. Allí, en el horizonte. Pero... ya era tarde y ya la había divisado otras veces en vano. Ahora solo quedaba enfrentarse a la tormenta y olvidar antiguas aventuras en tierra. Lo peor era saber, que aquello no fue un sueño.

martes, noviembre 07, 2006

El Rif

Hay un silencio indígena y rifeño,
salvaje y sanguinario en la llanura.
En un vaso de arcilla el moro apura
su té, fumando kif, frunciendo el ceño.


Al-láh en la media luna de ensueño
contempla la mirada vaga, oscura,
del moro del desierto, una escultura
estática del hombre berroqueño.


De súbito, el león pronuncia fuerte
rugido espeluznate, y la perfidia
renace con la víbora africana.


Entonces los Jinetes de la Muerte
desbocan sus caballos de Numidia
blandiendo la gumía musumana.


En gritos el silencio al aire arrulla,
y el robo, muerte y sangre tiñen grana
las arenas del Kert y del Muluya.

martes, octubre 31, 2006

Estrella de Mar y El tránsito de Venus

Una vez soñé que era estrella de mar
y como estrella en el firmamento quería estar.
Nadé hasta la superficie, para más arriba llegar.


Allí de noche era,
y mil estrellas me quisieron besar
mas la noche termina con el primer rayo de sol.
Sol que me sacó del sueño
rayo que tocó mi corazón
mas dulce sueño era
y despertar me costó.


Benditos rayos que tocais mi piel.
Sol que me das calor
¿donde escondiste las estrellas de mi ensoñación?
y el Sol me dijo,
-buscalas en tu corazón-.


A la noche siguiente
volvia ser estrella de mar
mas esta vez
una golondrina me quiso ayudar.

Vuela golondrina vuela
que el día esta al llegar
y al menos una
una estrella
quiero tocar.



Las estrellas, estrellas buscando están
mas solo una falta para terminar el ajuar.
La más bella,
la han de encontrar.

La estrella que falta
con el Sol danzando va.
El firmamento desesperado,
la estrella y el Sol se van a casar.

Sonata al Magreb

(Hora vespertina de la
oración musulmana).
De mi pensamiento al éter hay una distancia
llena de misterio y de fantasía.
Un millar de rosas en plena agonía.
subliman vapores de suave fragancia
que se orvalla luego de melancolía.


Soy un ser mimado del eterno ensueño,
de alma somnolienta y cerebro enfermo;
pero suevemente mi espíritu ama
la melancolía del sueño rifeño,
su paisaje inculto, su paisaje yermo,
porque en sus distancias hay un pentagrama
entre cuyas notas hechizado duremo.


Hechizado duremo... Alma somnolienta,
melómano ingrávido del magreb preciso,
como un sauce sobre la corriente lenta
del Káuter dorado de mi Paraíso.

domingo, octubre 29, 2006

El Reloj

Una hora, la hora. Ese sonido grave y monótono del gong que se oye en el piso de arriba. Esa leve música que cada media noche suena. O no, por que..., ¿realmente lo oigo todas las noches? Ese reloj no marca las horas como los demás, solo cuando la niebla del reino de la oscuridad penetra en cada cama, cada sueño, cada sombra es cuando su sonido resuena en los lugares más recónditos de nuestra alma.

Estoy en la cama, tensando la sabana mientras oigo el carillón. ¿Por qué hoy sí y ayer no?, de qué esta hecho ese reloj cuyo sonido hiela la sangre y congela el tiempo.

La noche penetra en mis pulmones y no puedo respirar, me falta el aire. Tiro de la sabana tiritando intentando refugiarse en mi propia oscuridad. Pero el sonido penetra, el aterrador frió sube por los dedos de mis pies, por la planta, por el talón, poco a poco sigue subiendo. Siento algo, algo que no puedo describir que, que ... GONG.

La última campanada. Todo ha pasado el silencio de nuevo, solo silencio, pero un silencio cálido la noche al fin es mía y para mis sueños. Se la he robado al tiempo.

martes, octubre 24, 2006

Ser uno

El seguía caminado, estaba anocheciendo. Se podía ver a lo lejos su hogar, a casi dos jornadas de distancia. Divisaba aún el pico de la Almenara, al cual todavía llegaban los últimos rayos de sol de ese largo día de verano.



En breves horas por fin podría consultar su guía, su carta celeste y salirse del camino marcado para así intentar acercarse, al menos en espíritu un poco más al camino que le llevaba a donde nacen las estrellas.


Caminaba absorto, disfrutando de los últimos cánticos de las aves diurnas antes de que los murciélagos y búhos reclamasen su reino. Poco a poco las nubes rosas se hicieron rojas y finalmente azules, camufladas en los tonos marinos del cielo. Aún no podía divisar su carta, y parecía que por primer día tendría que dormir solo en el campo. La idea no le era grata, muchas veces había dormido solo, bueno sin compañía humana, cuando cuidaba el rebaño de su tío, pero, al menos tenia a las ovejas y al perro pastor. Nunca había dormido tan aislado. Solo, él y sus pensamientos. Qué daría el por tener a su lado al viejo Adive.



Más, se estaba acercando a un bosque, pronto tendría que seguir el rastro estelar entre las ramas de las hayas. El hayedo era grande largo y oscuro. A cada paso que daba la ramitas crujían, y todo el canto nocturno se de tenia. Aquel maravilloso canto nocturno. Él, que siempre había sido criatura nocturna contemplativa no sabia moverse entre las sombras si perturbar la paz del bosque.


Empezó a sudar, ¡sus pasos rompían la paz! él estaba destruyendo su noche perfecta su noche idílica tan solo por estar allí, el sobraba en aquel bosque. Se hizo un ovillo y en silencio, por dentro, sin pensar demasiado alto para intentar no romper la armonía del bosque. Pero, no, no, como podía ser, él... él hacía como si no estuviese allí, ¿por qué no volvía la noche?



Entonces vio los ojos de una loba y un lobo que lo observan, se acercaron mansos, y se acurrucaron junto a él. Al calor de sus cuerpos, el peregrino empezó a cerrar los ojos, y cuando la nana de los corazones de los lobos consiguieron que su alma se fundiese con la tierra en que yacía, y…. volvió a escuchar. No sabía si era sueño o realidad, pero volvía a oír al búho, el aleteo del murciélago...Ya soñando, otra vez se hizo el silencio y aterrado se despertó.



Ahí estaban los lobos aún a su lado, se despertaron, se alejaron tan sigilosamente como habían venido. Sin perturbar tan si quiera el vuelo de un mosquito. Entonces lo entendió. Eran sus pensamientos solo lo que perturbaba la noche, el no sentirse parte natural de ella. Los lobos, realmente se movían y perturbaban el bosque igual que él. Pero latían con el bosque, eran parte de él. Él ahora debía que se dejar sus pensamientos volar y disolverse en la noche.



Niebla. Olas, tormentas. Ahora no tenía esos problemas que tuvo en el bosque. Sabía que el mar no se podía dominar. Había que tomar las olas con la misma cadencia de tu respiración. Uno si quería vivir en el mar, tenia que ser parte del mar.

Cuando se es parte del mar no se puede perturbar el mar mismo. De nada sirve maldecir los vientos, las nieblas. Están ahí para quitarte o brindarte los tesoros ocultos del mundo. Solo hay que dejarse llevar, y soltar el timón cuando las fuerzas de la naturaleza así lo indican. Y saber ser uno con el mar.

lunes, octubre 23, 2006

Creación Salvaje

Esa bestia fantasmal de las montañas
enigmáticas y amorfas del desierto
vibra e mí;
llevo el soplo del espacio en las entrañas,
vago errante por el éter descubierto,
soy así.


Soy así,
como mi alma se presenta ante vosotros.
Y hay en mi
un contínuo galopar de aquellos potros
que acortaron las distancias verticales
en sus ansias de expansión y astronomía,
y, parándose un momento
en las pautas cenitales,
se embriagaron de armonía
y tornaron, relinchando por el viento
las canciones inmortales
del espíritu irreal del firmamento.


Yo nací de la montaña solitaria,
bajo un cielo siempre azul y siempre abierto.
Yo nací del tosco risco,
como un paria
del monótono desierto
abortado al arenisco.


Yo nací en la noche cruda
bajo el foco musical del firmameto,
y a mi alma la educó la nota aguda
que desprende el instrumento
del espríritu colérico del viento
azotado con furor mi piel desnuda.


Yo nací en la soledad, sin más amor,
más amistad ni más compaña
ni calor
que el de un chacal flaco y enteco
que habitaba un tosco hueco
de mi maternal montaña.


De un chacal meditabundo y taciturno,
cuyos ojos carniceros
semejaban dos luceros
rutilantes de mi piégalo nocturno.


Y con él me sonreí, vagando erraticos
por una suave majestad de la llanura.
Y con él busqué los potros poemáticos
que relinchan la celeste partitura ...


¡Sus fantasmas!... Como sombras infernales,
como espíritus melómanos, como estetas
del Silencio, como artistas inmortales,
como... ¡al fin, como poetas!


¡Es el alma de la noche!¡O es el estro
de los semidioses de la Creación,
las amorfas sombras que extiende el Maestro
por el subconsciente de la Sensación!


¡Chacal! ¡Hermano chacal! ¡Fraterno!
¡Espíritu lírico que murió con el Arte!
¡No persigas mi sombra por ninguna otra parte!
¡Volveremos a vernos en la Paz del Infierno
el día que el mundo sucumba hecho trizas,
el día postrero en que todos los muertos
rebusquen sus carnes entre las cenizas
que esparció la brisa por nuestros desiertos!

domingo, octubre 22, 2006

El cuento que un cuento me contó(versión remix manuscrito-contado)

Hoy voy a contaros una historia que no me la contó ninguna persona, sino que fue un cuento, el que me contó como surgieron los cuentos.


Aquel cuento, en sueños, me contó como los cuentos surgieron hace, más o menos…. 2 millones de años, cuando tan solo había hombres en el mundo en una pequeña región de África.


Estaban un padre y un hijo que habían salido a cazar leones, pero tras una dura tarde de caza, se habían alejado del poblado y tuvieron que dormir bajo un árbol en medio de la sabana.


Poco a poco ambos se fueron durmiendo, a pesar de los esfuerzos del padre para no dormirse ya que temía que pudieran atacarlos en la noche. Así, el padre, en sueños, abrazó a su hijo y juntos, muy juntos pasaron la noche. Tan juntos dormían que sus cabezas, estaban una junto a la otra.


Tan juntos os digo que tenían las cabezas, que hasta las ideas de uno y del otro podían saltar de una cabeza a otra, y así, una de las ideas más traviesas, la Fantasía, saltó de la cabeza del hijo, a la cabeza del padre.


La Fantasía empezó a dar vueltas buscando más ideas, pero todas estabas muy ocupadas, la idea de león, persiguiendo a la idea de gacela, la idea del padre acariciando el pelo de la idea de Madre y así todas y cuando fantasía vio que todas las ideas la ignoraban empezó a sentirse triste y aburrida. Cuando, vio al fondo otra idea que estaba más aburrida que ella.


Fantasía se acercó poco a poco a esa extraña idea que también ignoraban las demás.


Era una idea extraña y desconocida para la fantasía, parecía una idea vieja, que suspiraba sin cesar, mirando a lo lejos, despreocupada de lo que ocurría en aquel sueño.


Fantasía se acercó sigilosamente por detrás. Y con nocturnidad y alevosía, Fantasía salto bruscamente por encima de ella y la espetó: “¡¡¡¡Buh!!!!”


¿Quien eres, por qué estas tan aburrida? – Preguntó la Fantasía


“Soy la Historia” – respondió la otra idea-“déjame que estoy intentando recordar. A ver…, esta mañana…, a ya, nos hemos levantado y…”


Y así se quedó la Fantasía, escuchando la Historia durante un rato, hasta que la Historia empezó a recordad uno de los momentos de la caza del día anterior:


H: “… y entonces el león que estaba entre los árboles, miró fijamente a la gacela, esta le vio y salió corriendo…”


F:”¡¡Qué interesante!! Y.. ¡¡que más, que más dime, qué hizo el león!!?


H:”Pues nada, sabía que no podría alcanzar a la gacela y se quedó allí quieto”


F: “¡¡ Pero que rollo!! y eso es todo lo que pasó. Yo creo que no. Yo creo que cuando el león miraba a la gacela, la hablaba y se contaron un montón de cosas y después el león conmovido por la historia de la gacela la dejó escapar. O mejor, no la dejó escapar, ellos dos habían quedado para después…”


H: “¡¡Pero que me estas contando!! no, no, no, las gacelas y los leones no hablan, ¡¡déjame que me distraes!!” y así siguió recordando la Historia. Pero la Fantasía no la dejaba en paz, y mezclaba sus recuerdos con la Fantasía y así toda la noche.


Era una estampa graciosa, la Fantasía no hacia más que dar vueltas a la Historia y la Historia intentando poner en su sitio a la Fantasía. Tras muchas horas, de tanto discutir se hicieron amigas y descubrieron que juntas se divertían mucho más.


Al despertar, la Fantasía seguía en la mente del Padre, que se dio cuenta de cómo su hijo, había despertado antes que él y estaba tiritando de miedo. Porque los ojos de un león los observaban desde la oscuridad de la sabana, pocos segundos antes de que el primer rayo de Sol tocase la tierra.


Al final no pasó nada, pero el hijo, temblaba de miedo cada vez que pensaba en los ojos del león, y por ello, el padre, pregunto a la Historia como podía quitarle el miedo a su hijo. Ella, la Historia no sabia que hacer, entonces la Fantasía que aun daba vueltas por allí le dio una Idea. Entre las dos, la Fantasía del hijo y la Historia del Padre, crearon una nueva idea, la Idea de Cuento.


A la noche siguiente el Padre, para que su hijo perdiera el miedo a los ojos del león y se durmiera le contó el cuento del El León y la Gacela y de aquella manera su hijo recuperó la Fantasía y el Padre no se durmió y tranquilo, bajo las estrellas, cuido de su hijo.


Aquella noche, había surgido una nueva idea, y eso no pasaba todos los días. Solo las estrellas la vieron nacer.


Años después, cuando el hijo era padre y el padre ya había muerto, y el hijo-padre tenia a su hijo, le contaba el mismo cuento a su hijo. Y la magia no era que él hiciera perder el miedo a su hijo, sino que cuando lo contaba, la Historia de su padre estaba otra vez con el y así de nuevo era él el que pasaba miedo en la sabana y sentía el calor del su padre. En aquellos momentos, ni la muerte les separaba y tan solo estaban, a eso, un cuento de distancia.


Con los años, milenios y milenios, la idea de cuento se multiplicó por el mundo de las ideas y de los niños, padres, madres, amigos y amantes. Pero esta historia se perdió.


Pues solo las estrellas la vieron nacer.


Una noche, dormía yo y todos mis miedos me acechaban, mi estrella bajo de los cielos y durmió conmigo y juntos, muy juntos, en sueños un cuento me contó. Y aquel cuento, me contó este cuento, que ahora yo os cuento.


Y así, ahora, otro cuento tan solo nos separa y aunque millones de kilómetros, miedos e historias nos separe. La verdadera distancia que hay entre nosotros, es esa. Tan solo un Cuento.


Para vosotros mis amigos, comparte este cuento que nos une y que mis estrellas me contaron aquella noche.


Pmisson

jueves, octubre 19, 2006

Un punto de apoyo

Hoy la lluvia no cesa, y el navio a tenido que arriar la velas para impedir que el mastil se derrumbara por el peso del liquido elemento.

El mastil, dañado en la última escaramuza, era aun el original de este parcheado bergantín. A la tripulación le daba mala espina, aquel mastil les habia acompañado durante largo tiempo y su flexible y dura madera. Numerosas velas se habian rasgado antes de hacer temblar el mastil de la nave, pero aun así la mirada del capitan no terminaba de gustar a nadie. Le miraba con resentimiento, pero el mismo jamás permitió que nadie grabase en el palabra alguna. Todos sabian que para el capitan dentro de su cuerpo, que era el barco mismo, el mastil era aquello que le permitia moverse, maniobrar, escabullirse y enfrentarse a todos los peligros sin temor. La velas se rasgaban, el no. Había soportado las mayores tempestades, sufrido en grandes batallas, más, nunca habia cedido cuando los otros palos lo hicieron.

Sin embargo, el capitan le miraba con odio. Solo algunos de los marinos más antiguos podian distinguir algo más. Era un brillo sutil, una nota la sinfonia del odio, pero estaba ahí. Sus ojos, entre cerrados de la rabia, no dejaban ver lo que para los que comenzaron con el la primera travesia era evidente. Realmente no llovia.

El capitan estaba maldito, y por orgullo se maldijo a si mismo. No podia permitir que su tripulación le viera flaquear y así cuando el agua salada se acumulaba en su interior, nubes de rabia aparecian por el horizonte y al instante comenzaba a diluviar.

De aquel arbol, de aquel espriritu había surgido su bordon su pierna y su barco. Aquel espiritu que le ayudó a llegar donde estaba, parecia crujir de dolor. Ya antes habia crujido, ¿pero cuanto más aguantaría?. Sabía que aunque perdiera su mastil seguiria hasta el fín, pero aquel pedazo de madera había hechado raices en su interior.

Ya habian recojido las velas, ahora no se le oia sufrir. La lluvia habia cesado, más una niebla espesa rodeaba el barco. El capitan ya no estaba en el puente, andaba por las montañas camiando despreocupado hacia el suroeste.

A lo lejos, en lo alto del collado había algo clavado en el suelo. Era un palo, era una estaca, al lado del camino habia un hombre anciano, junto a su cabaña. Cuando hubo llegado al collado, el anciano le miraba fijamente. El intrigada se la devolvio.

Anciano:-Joven es tus ojos veo que tu camino será largo, más te valdría coger un buen apoyo.-
Joven:- Yo soy joven y mis piernas fuertes, no necesito un bastón para ancianos. Puede que usted, que esta medio ciego lo necesite, pero yo me sobro con mis piernas.
A:-El camino a las estrellas no es sencillo, muchacho, si quieres llegar algún dia allí habras encontrar un lugar donde apoyar te cuando desfallezcas, pues el camino es largo.
J:-¿Comó sabe usted cual es mi camino?
A:- ¿A caso hay más de uno? , si tu pregunta es por que un pobre ciego conoce tu destino, te diré que el no ver la luz no es cerrar los ojos, pues la respuesta es sencilla. Los pasos de quien anda hacia algún lugar de la tierra y suenan como mazas que machacan la tierra. Los que andan en sueños apenas rozan el suelo, y los que como tú persiguen las estrellas, siemplemente no se os oye andar, ya que cada paso sabeis que no estais más cerca de alcanzarlas y tan solo vuestra respiración os delata.

Ante tamaña sorpresa, el peregrino cogió en bordon clavado en el suelo y continuó su camino, esta vez con un punto de apoyo.

El mastil, al fin y al cabo era el punto de apoyo de las velas, que hacen volar el navio, sin mastil, se puede sobrevivir, pero nunca llegar a las estrellas.

martes, octubre 17, 2006

El primer paso


Hace tiempo que partió del hogar de la inocencia y sin embargo sigue persiguiendo nubes, fantasmas y castillos en el aire. El amanecer, ese instante de paz antes de que suene la campana del puente. Ese instante en que las musas se hacen corpóreas y el pasado, presente y futuro se mezclan. No es ni hoy, ni ayer ni mañana.



Tan solo el sonido de la brisa marina rompe el silencio. Cuando termina una peregrinación, empieza la siguiente. Igual que en el día, no hay un momento de paz solo instantes.

¿Cual será el rumbo para el día del hoy?. A lo lejos, en las horas previas a la aurora había unas luces en la costa.

¿Qué le había llevado tan lejos?, que paso tras paso le habían llevado a donde no se puede caminar.

¿Qué buscaba sin cesar recorriendo las costas de medio mundo?

Quizás el primer rayo de sol tenga las respuestas, o quizás sea mejor no pensar en ellas. Quizás lo mejor sea y tan solo seguir adelante, adelante , adelante, sin poder avanzar.

Una imagen. Un martillo de hierro golpeando el rojo metal. Como el rojo de las nubes al amanecer. Lava incandescente. El no golpea el hierro, el no forja. Un hombre oscuro y misterioso lo hace. Aquel hombre conocía el camino, aquel hombre sabía que había más allá del valle. Sabía que había más allá de la ciudad. El hombre sabía, sabía transformar la piedra en metal.
El había decidido ir más lejos, quería saber... donde nacían las estrellas. Al oeste, decían todos.
Desde allí, no podía ver el lugar donde nacian, las montañas se lo impedia. Por lo que una noche del final del verano comenzó el camino. Hombre oscuro le miró antes de partir, y le entregó dos cosas, una espada(para que jamás tuviera que rendirse) y un extraño artilugio para mirar más allá. El le miró, y palabras salieron de la boca del hombre.

-Hijo, yo buscaba la libertad y la encontré construyendo cadenas. Tu buscas estrellas, camina, navega, vuela, pero serán las estrellas ellas las que te encuentren a ti.


El Sol ya ha matado los tonos rojos que teñían las velas de su navío. Era hora de hacer trabajar a esos holgazanes, ya era hoy y no había un segundo que perder.

lunes, octubre 16, 2006

Soledad

I

Soledad libando
solitarios cálices.
Soledad del alma.
Soledad del Valle.

Soledad de plomo
pesa sobre el aire.
Soledad que siento
convertirse en carne.


II

El éter
se abre.
Se concreta el tiempo,
se pasma el instante,
y absorto

brindo a mi existencia lágrimas gigantes.

Vibra el infinito
de avidez salvaje.

Y un íntimo culto
renace
modulando estrofas de la sinfonía vital
con notas sensuales.

III

Soledad... ¡te amo!
Te amo como a nadie.

Ay qué bella..., cuán hermosa
me resultas para amrte,
porque soy tu partenógeno
en mis grandes soledades.


Cuán propicia
-¡madre , madre!-
cuán propicia
para el Arte
para verte
sin mirarte,
porque tú eres transparente,
soledad del alma...soledad del valle...

Cuántas veces
he corrido hasta tus brazos maternales
de la cima de los montes
por besarte,
y he amado de tu alma
solitaria tanta sangre,
que tus senos
conoidales
se caían como pétalos de otoño
en el agua amarillenta de un estanque,
mientras todo tu vestido trasparente
lo llevaba tras sí el aire.

¡¡Soledad!!
Cuando tú me concebiste
-¡ay, mi madre!-,
cuando tú me concebiste,
nadie pudo fecundarte.
No hubo un hombre
que llevaras a los tálamos nupciales.
No hubo nada
No hubi nadie.
Era el ansia
pasional de mis instintos naturales
quien me puso en tus entrañas
y te hizo madre...

Que yo mismo
fui tu amate.
Que yo mismo
fecundé a mi propia madre
con los versos
de mis largas soledades,
cuando toda mi posesía
se fundia con mi espíritu salvaje.
Que yo mismo
--madre,madre--
de la mano
te llevé hasta los altares
de los templos irreales
que dibujan las montañas solitarias
en sus cimas colosales...

...Te llevé a que me parieras,
partenógeno-!ay, madre!-
solitario enamorado,
porque sólo estando solo puedo amarte.
.....................................................................
.....................................................................
Cuando tú me concebiste,
vibró el aire.

Ni más gritos,
ni más ayes.

Cabalgaba la armonía del silencio
silenciando los instantes,
mientras yo me enamoraba en tus entrañas,
soledad del alma, soledad del valle.


El Cementerio Estelar

Compostela, el "Campo santo de Estrellas", Cementerio Estelar. Lugar mágico que atrae las almas, al cual se dirigen los peregrinos.

SGR A*, centro de nuestra galaxia, agujero negro supermasivo entorno al cual peregrinan todas las estrellas de la galaxia. Hogar de millones de cadaveres estelares.

Hacia allí van estos personajes. Aquí se enterraran las poesías, historias y tesoros que Pmisson encuentre.

Siente te libre de desenterrarlos, mas no respondemos de que puedas hallar.