En mi vida oculta hay sólo un momento
de sabor etérno en mi pensamiento
cuando me confundo con el éter mismo
inconscientemente, por temperamento.
La vida es bella, sublime y sencilla.
La vida es bella en mi bello instante.
Es como un lucero que en el cielo brilla
constelando versos de un himno gigante.
Yo soy feliz en la monotonía
salvaje y triste de la tierra africana.
Son mis pensamientos una caravana
caminando llena de melancolía
bajo la media luna musulmana.
¡Confusas imágenes! ¡Amorfo paisaje!
¿Qué sois? ¿La inconsciete redundancia
plástica de mi poesía?¿No?¿El claro lenguaje
de mi fantasía díscola y salvaje
ante el horizonte y ante la distancia...?
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¿La vida?¿Para qué vivirla, si no es por el arte,
el paisaje vivo, la distancia azu, el éter, lo ingrávido?
¿Qué humano es humano sin sentirse ávido
de ser del conjunto lírico una parte?
La poesía azul de la primavera,
las notas nocturnas del viejo verano...
Todo es una estrofa imperecedera,
musical y bella del suelo africano...
Montañas agrestes, cañadas, incultas llanuras...
Pero en las entrañas mugrientas y oscuras
del aduar lejano, entre el té y el kif,
yo amo con locura la aridez del Rif.
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Yo sé en el momento feliz de mi vida
una vida oculta, salvaje y distante,
igual que una estrella del cielo prendida,
igual que la media una rutilante,
con las suaves notas de mi alma embebida
cuando va al desierto bajo la constante
acción de mi extraña sonata gigante.
martes, enero 09, 2007
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