domingo, octubre 23, 2011

Jona y Arturo en la Ciudad de los Brujos.

En una lúgubre cueva vivía un grupo de niños, estos niños habían huido de la gran guerra y se habían refugiado allí. Estos niños podían ser Españoles, Judíos o Alemanes, Rumanos o Rusos o de muchas nacionalidades, pero la imaginación de los niños es universal y no tiene fronteras, así que, qué más da de donde fueran.

Allí vivían los niños de los que trata esta historia, eran cuatro hermanos que habían perdido a sus padres y el mayor, Jona hacía de padre y madre.

Jona, de tan solo 12 años se encargaba de salir a cazar, traer comida y cuidar a sus hermanos y a otros niños que vivían el gruta. Todas las noches, cuando los rayos de la luna se filtraba por los pequeños agujeros del techo, Jona les contaba cuentos a los niños como hoy os los cuento a vosotros. Los chicos vivían en un mundo de brujos, brujas, dragones, magos y todo tipo de fantasías.

Un día, Arturo uno de los chicos, después de pasarse tres días pendiéndole a la mañana, tarde y noche(ojalá hubiese podido decir que fue a la hora de desayunar, comer y cenar, pero solo comían una vez al día, cuando conseguían comer), que por favor le enseñase a cazar vampiros de tierra. Tras tanto insistir, Jona accedió a llevarle por los pasadizos prohibidos en busca de tan temibles alimañas.

Salieron temprano a colocar las trampas, iba a ser un día muy largo y seguro que iba estar plagado de aventuras. Arturo soñaba con que quizás se le ablandase un poco el corazón a Jona e incluso le dejase explorar fuera del laberinto.

Jona le advirtió a Arturo que había que estar siempre muy callado, ya que había terribles monstruos en el laberinto y que tenia que estar tan, tan callado que solo oyese el latir de su corazón. Desde luego esto a Arturo no le resulto difícil porque estaba tan emocionado que su corazón palpitaba como si fuera un timbal.

Arturo llevaba mucho tiempo sin salir de la gran sala donde vivían y la galerías se le hacían extrañas, de pequeño las tenia mucho miedo, solo Jona sabía salir del laberinto y muchas veces había tenido pesadillas con aquellos pasadizos oscuros. Pero Jona ya le había dicho muchas veces que no podía tener miedo, que el era Arturo y los Arturos nunca tenian miedo, además ya tenia casi una mano entera de años y era muy mayor para esas cosas.

Ya volvían de la cacería, cuando Jona y Arturo pasaron cerca de una gatera que daba al exterior. Quédate aquí y no te muevas, le dijo Jona a Arturo mientras el se metía en la gatera. Al salir Jona descubrió un gran tesoro, y volvió a gruta para avisar a Arturo.

-Arturo, Arturo, ven aquí- le gritaba Jona desde la boca de la gatera.

Arturo se emocionó, iba a volver a ver la ciudad de los brujos.

Es verdad, no os había hablado de la ciudad de los brujos. La cueva en que vivían nuestros protagonistas no estaba en una gran montaña o en un oscuro bosque, sino que era cueva enorme que estaba bajo la gran ciudad del los Brujos. Los brujos eran personas grandes muy muy malvados que vivían solo para hacer ruido, correr y hacer extraños conjuros. Hacían conjuros para todo, para moverse, para dominar a las bestias, para hablar con otros brujos y también para matarse entre ellos. Jona les había contado que había una gran guerra entre los brujos grises y los brujos verdes y por eso a veces oían grandes truenos sin que hubiese lluvia, porque los brujos se tiraraban truenos y rayos unos a otros.

Los brujos era malvados, pero bastante tontos, y casi nunca miraban más allá de sus narices, así que era fácil robarles sus tesoros. Por ejemplo, Jona les había contado que aquella gruta había sido escavado por enanos que querían robar todo el oro que había en la ciudad de los brujos, y que incluso todavía había alguno pululando por el laberinto y por eso había que tener siempre cuidado.

Como os he contado, los brujos eran muy tontos, pero no así las brujas. Las brujas eran terriblemente listas y eran muy peligrosas ya que como todos los niños saben las brujas algunas comen niños. Afortunadamente, había pocas.

A ver, por donde estábamos…..Mmmmm ya me acuerdo, estábamos en que Jona iba a buscar un tesoro en la ciudad de los brujos.

Justo, cuando Arturo asomó la cabeza por la gatera, vio como una bruja cogía a Jona y se lo llevaba. Arturo se quedó paralizado dentro de la gatera, aterrado, temblando de miedo. ¿Cómo podía ser eso? Pensó, él, Arturo, no podía tener miedo. Y se decidió ir a rescatar a Jona.¿ Que habría sido de Hansel si Gretel no se hubiese enfrentado a la Bruja? y además él no sabía volver a la guarida así que se decidió a luchar hasta la muerte por su hermano.

Arturo, estaba aterrado, y se había quedado paralizado viendo como se llevaban a su hermano. Ahora, ya recuperado, se dirigió hacia donde se dirigía la bruja malévola con su presa.

Tras uno minutos andando cuidadosamente, Arturo se dio cuenta de que era invisible, nadie le miraba. Todos los brujos y brujas andaban cual zombis si ton ni son por aquella ciudad. A lo lejos vio un gran agujero del que salían miles y miles de brujos y brujas, allí debía estar el cuartel general y su hermano seguro que estaría allí.

Para entrar allí Arturo tuvo que superar miles de trampas; Molinos de Aspas de espada, escaleras que andaban y muchos obstáculos más.
Bajo mil y una interminables escaleras, que por supuesto debían conducir al mismo horno del infierno. Hasta que llegó a una grandísima cueva. En dos filas se hallaban los brujos, dispuestos a invocar a algún demonio de las profundidades y así al poco tiempo un estruendo anunciaba la inminente llegada de la bestia. Tenia uno ojos gigantes, llenos de fuego, y mil bocas. El monstruo se detuvo en mitad de la estancia y abrió sus bocas.

Al instante, como poseídos todos los brujos se lazaron corriendo en las fauces de la bestia, y el pobre Arturo se vio arrastrado también.

Arturo, se acurruco en rincón oscuro, dentro de la tripa de la bestia y agotado se durmió.

De repente despertó. Era extraño, le pareció seguir durmiendo, porque era todo otra vez oscuro y sin embargo tenia los ojos abiertos. Es sintió tonto, pues claro que estaba despierto, y aun dentro de la tripa de la bestia. Al principio no pudo reconocer el lugar, sin el fuego en el techo y con todo lleno de brujos, ahora vacío. Era obvio que la bestia estaba durmiendo.

Tenía que salir de allí, aunque no sabía ni donde estaba, no podía olvidar que Jona podía estar apunto de ser devorado y él tenia que luchar hasta el final.

Con gran esfuerzo consiguió abrir as fauces del monstruo y salir de su tipa. Imaginaos la cara que puso Arturo cuando vio un millón de monstruos como ese todos durmiendo placidamente. Arturo intento no hacer ningún ruido para no despertarlos, pero su corazón retumbaba como si en vez de corazón tuviese todo el eco del mundo allí atrapado. Sentía que en cualquier momento se le iba a salir por la boca.

Un grito. Seco. Arturo se gira y ve a un brujo le lanza una rayo de luz. Corre, corre y corre. Corre porque es su ultima esperaza, corre porque le va ha estallar el corazón, corre para salvar a su hermano, corre porque solo puede correr. Y vive dios que jamás niño de piernas tan cortas corrió más. Pero no fue suficiente y el brujo le atrapó.

Agotado ya de patalear y intentar dar un mordico letal al brujo, rendido por el momento, se dejó llevar. Quiso llorara de rabia, pero no sabía. En la cueva estaba prohibido llorar, porque atraía a las alimañas, y ya se había olvidado de cómo se hacia.

Le obligaron a sentarse en un artilugio de madera con patas. Mientras el brujo hablaba con un aparato negro del que salían sonidos de ultratumba.

De esperar en aquella oscura estancia y de lo agotador que es mantener aquella rabia, Arturo volvió a caer en los brazos de Morfeo.

Al despertar, estaba en una cama, como aquellas con las que soñaba desde que huyeron de su casa durante la gran tormenta. Y a su lado, Jona. Una lagrima salio del fondo de su corazón, subió por la garganta y le nació en el ojo. Abrazó a su hermano con todas sus fuerzas, mientras este le consolaba.

Aquella noche, el cuento trató de que no todas las brujas son malas, sino que la mayoría de las brujas, son hadas disfrazadas.

Así, la bruja que secuestró a Jona, pasó a ser su Madre hada, o mejor dicho hada madrina y rescató a todos los niños de la cueva.



Años después, Arturo se reía de su propia imaginación que veía vampiros de tierra en las ratas, demonios de mil bocas en el metro y de lujosa cueva su mugrienta cloaca.
Y es que la imaginación de un niño es su única arma.(Basado en hechos reales)




Pmisson.

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