Han pasado muchos meses desde la última escaramuza. Parece que este nuevo rumbo nos lleva a terrenos fértiles para la piratería. La tripulación esta contenta, el botín es cuantioso y aunque hemos al final el palo mayor cedió, ha sido reparado y el resto del barco esta en perfectas condiciones. Y sobre el puente... el capitán sonríe.
Nos dirijimos a una isla, una isla perdida en el oceano, un oasis entre las estrellas y el mar.
Hace frio, mucho frio. Sin embargo la peregrina esta a mi lado aún. Me mira, me sonrie sin cesar. Me reta. En medio de la nieve, bajo la luna llena. No puedo dejar de seguirla, me lleva a la cima de la montaña, en la noche. Solos la nieve, la montaña, la luna hechicera y nosotros.
Subimos, escalamos, piedra a piedra, adentrandonos en la jungla de zarzas. Pinchan, desgarran, pero... no las siento. Solo siento su mano que me dirije a la cima. No sangro, toda mi vida esta concetrada en un solo punto, en un solo lugar, en un solo latido, su latido, su mirada, sus ojos.
Ya estamos arriba. Vemos toda la tierra, todo el camino por recorrer, todo iluminado por la luna.
La luna se va tornando roja, mientras nos abrazamos, mientras nos enlazamos el uno con el otro, mientras comenzamos a ser uno solo.
Al descender la montaña, con sus labios estrae una a una las espinas de mi piel, que ya es su piel. Ya no puedo escapar, el veneno a llegado al corazón.
El capitan despierta, y ve en su mano aun una de las espinas clavadas, quizás allí para la eternidad. Pero sonrie, con una sonrisa extraña, misteriosa, pero sonrie.
viernes, febrero 02, 2007
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