viernes, noviembre 24, 2006

La peregrina

Habían pasado ya varios dias, y la andeana había dejado sus que haceres y ahora hacia el camino con él. Él no se lo había pedido, pero estaba allí a su lado, rozandole la mano, mirandole de manera lasciba y cariñosa alternativamente.

Él se preguntaba por qué estaba ella allí, acompañandole en el camino durante tantos dias. Su compañia era agradable y su calor en la noche dulce manjar al que era dificil resistirse. Era extraño porque la campesina viajera parecia leerle la mente en muchas ocasiones, pero aun apesar de su indiferencia ella continuaba cogiendole la mano.

Había deseado muchas veces tener compañía en el camino, pero nunca había encontrado nadie que fuera en su dirección. Sus musas eran su única compañia, las que le hacian caricias en la noche, las que despeinaban en la madrugada, eran perfectas pero frias. Ella no.

Él no la amaba, pero su sortilegio hacía que no pudiera separarse de ella. Era algo que le castigaba a cada paso juntos, sus ojos no brillaban como los de ella, ¿por qué ella seguía a su lado?.

No hablaban, no hacía falta. Las miradas lo decian todo. Las palabras solo eran una gota en un mar de miradas. Cuando él sentía frio, la miraba intensamente a los ojos de ella e inmediatamente ella con una sonrisa pícara sabía lo que tenia que hacer para cambiar eso.


Ahora después de tantos años ya sabía porqué ella estuvo allí. Ella sabía que su resistencia era inutil, y que el veneno ya estaba dentro, solo era cuestión de tiempo y alguna que otra dosis más hasta que el corazón dejase de latir de manera autónoma. Entonces sería suyo para lo que quisiera, tendría un agradable juguete. Y él no se daría cuenta hasta que ya fuera demasiado tarde.

Ahora en la mar no pensaba mucho en aquella compañera del camino. Solo cuando el viento arreciaba con gelido aliento y se sentía frío y solo en el puente dirigiendo la nave. Había muchos tesoros, tantos como estrellas, pero solo merecía la pena buscar aquellas estrellas brillantes que estanban en el horizonte. Quizás algún día le devolverían el calor perdido y marcasen un nuevo rumbo. Rumbo allí, donde él no podia llegar.

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