sábado, noviembre 25, 2006

Romance

A la muerte de Sid Abselán Ben
Mohamed Mohán, tejedor de
mantas y contrabandista.


Por el horizonte negro
cuatro leones gigantes
rompen rugidos de lástima
en las espaldas del aire.

Por el horizonte negro
cuatro melenas brillantes
sudan lágrimas de acero,
cuatro rigidos ciriales
iluminando el silencio
distancias horizontales.

El Africa está callada.
En el desierto, un cadáver.
Cuatro leones inmóviles
la fúnebre escolta hacen.
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La luna se está bañando
en la espuma de los mares.

Cuatro luceros del éter
como fantasmas le salen.

La luna estaba creciente,
de pronto queda menguente.
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Por el horizonte negro
de negra crin azabache
el féretro lo conducen
cuatro leones gigantes.


Pronuncian sobre la arena
pisadas inapreciables.
como si calzaran cuatro
pedazos de su turbante.


La arena, casi de miedo,
tras de sus pasos se abre.
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Por el horizonte negro
susurran como comadres
cuatro anacoretas viejos
con cuatro pardos sayales.


En el silencio murmuran
los collados formidables,
haciendo presa en sus cimas
la negra faz del instante.


Que cuatro buitres nocturnos
sus rígidas alas baten.
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Por el piélago de arena
la luna riela menguante.
Gime en sus olas el viento.
Por el viento va el cadáver.


Yo oculté mi sentimiento
en las bolsas lacrimales.
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En medio de la llanura
se apagaron los ciriales;
luna y estrellas se fueron
con los leones cobardes,
quedándome frente a frente
con el esqueleto árabe.


-Yo te lo juuro por ti,
hijo del Abencerraje,
que he de soñar cuatro noches
con cuatro chorros de sangre
hasta verla coagulada
al filo de mis puñales.


-Sidi Cayo, por Al-láh
te juro que no es en balde;
que me esperan cuatro huries
en las orillas del Káuter
y he soñado cuatro noches
con ofrecerles sangre
que en mi venganza coagules
al filo de tus puñales.
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Por el desierto rifeño
sigue el cortejo al cadáver
la marcha la van abriendo
cuatro leones gigantes...

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