Una hora, la hora. Ese sonido grave y monótono del gong que se oye en el piso de arriba. Esa leve música que cada media noche suena. O no, por que..., ¿realmente lo oigo todas las noches? Ese reloj no marca las horas como los demás, solo cuando la niebla del reino de la oscuridad penetra en cada cama, cada sueño, cada sombra es cuando su sonido resuena en los lugares más recónditos de nuestra alma.
Estoy en la cama, tensando la sabana mientras oigo el carillón. ¿Por qué hoy sí y ayer no?, de qué esta hecho ese reloj cuyo sonido hiela la sangre y congela el tiempo.
La noche penetra en mis pulmones y no puedo respirar, me falta el aire. Tiro de la sabana tiritando intentando refugiarse en mi propia oscuridad. Pero el sonido penetra, el aterrador frió sube por los dedos de mis pies, por la planta, por el talón, poco a poco sigue subiendo. Siento algo, algo que no puedo describir que, que ... GONG.
La última campanada. Todo ha pasado el silencio de nuevo, solo silencio, pero un silencio cálido la noche al fin es mía y para mis sueños. Se la he robado al tiempo.
domingo, octubre 29, 2006
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