lunes, octubre 16, 2006

Soledad

I

Soledad libando
solitarios cálices.
Soledad del alma.
Soledad del Valle.

Soledad de plomo
pesa sobre el aire.
Soledad que siento
convertirse en carne.


II

El éter
se abre.
Se concreta el tiempo,
se pasma el instante,
y absorto

brindo a mi existencia lágrimas gigantes.

Vibra el infinito
de avidez salvaje.

Y un íntimo culto
renace
modulando estrofas de la sinfonía vital
con notas sensuales.

III

Soledad... ¡te amo!
Te amo como a nadie.

Ay qué bella..., cuán hermosa
me resultas para amrte,
porque soy tu partenógeno
en mis grandes soledades.


Cuán propicia
-¡madre , madre!-
cuán propicia
para el Arte
para verte
sin mirarte,
porque tú eres transparente,
soledad del alma...soledad del valle...

Cuántas veces
he corrido hasta tus brazos maternales
de la cima de los montes
por besarte,
y he amado de tu alma
solitaria tanta sangre,
que tus senos
conoidales
se caían como pétalos de otoño
en el agua amarillenta de un estanque,
mientras todo tu vestido trasparente
lo llevaba tras sí el aire.

¡¡Soledad!!
Cuando tú me concebiste
-¡ay, mi madre!-,
cuando tú me concebiste,
nadie pudo fecundarte.
No hubo un hombre
que llevaras a los tálamos nupciales.
No hubo nada
No hubi nadie.
Era el ansia
pasional de mis instintos naturales
quien me puso en tus entrañas
y te hizo madre...

Que yo mismo
fui tu amate.
Que yo mismo
fecundé a mi propia madre
con los versos
de mis largas soledades,
cuando toda mi posesía
se fundia con mi espíritu salvaje.
Que yo mismo
--madre,madre--
de la mano
te llevé hasta los altares
de los templos irreales
que dibujan las montañas solitarias
en sus cimas colosales...

...Te llevé a que me parieras,
partenógeno-!ay, madre!-
solitario enamorado,
porque sólo estando solo puedo amarte.
.....................................................................
.....................................................................
Cuando tú me concebiste,
vibró el aire.

Ni más gritos,
ni más ayes.

Cabalgaba la armonía del silencio
silenciando los instantes,
mientras yo me enamoraba en tus entrañas,
soledad del alma, soledad del valle.


1 comentario:

pmisson dijo...

Cayo Tristaniello era un poeta, un mago, un rufian, un santo y un buen hombre. Era mi abuelo. Tan solo se de el lo que cuantan mi padre, mis tios y mi abuela. Pero cuando le leo realmente creo que estoy con él y puedo adentrame en su alma. Siempre en la soledad.

Murio joven, dejando a mujer y seis hijos. El más pequeño de 3 años, mi tio Alejandro, de quien heredé el nombre. Mi abuela le queria tanto, que apesar de todas la penurias que pasaron, nunca quiso volver a saber de ningún otro hombre.Y no fue porque no tuvo oportunidades, o por que Cayo hubiera sido desde el primer momento el hombre de su vida(siempre relata mi abuela lo que le hizo sufrir al pobre Cayo antes de conquistarla).

En mi casa solo hay dos libros suyos. "Cuento leve de una Bruja" y "Soledad del alma.Soledad del valle". Al igual que mi padre entraba en el cuarto de su madre para a escondidas ver los dibujos del "Cuento de la Bruja", yo desde que tengo conciencia, robo a escondidas el libro de poesias de mi abuelo.

Quería que el primer post de este blog fuera un tributo a él, origen de esta saga de aprendices de artistas.