jueves, octubre 19, 2006

Un punto de apoyo

Hoy la lluvia no cesa, y el navio a tenido que arriar la velas para impedir que el mastil se derrumbara por el peso del liquido elemento.

El mastil, dañado en la última escaramuza, era aun el original de este parcheado bergantín. A la tripulación le daba mala espina, aquel mastil les habia acompañado durante largo tiempo y su flexible y dura madera. Numerosas velas se habian rasgado antes de hacer temblar el mastil de la nave, pero aun así la mirada del capitan no terminaba de gustar a nadie. Le miraba con resentimiento, pero el mismo jamás permitió que nadie grabase en el palabra alguna. Todos sabian que para el capitan dentro de su cuerpo, que era el barco mismo, el mastil era aquello que le permitia moverse, maniobrar, escabullirse y enfrentarse a todos los peligros sin temor. La velas se rasgaban, el no. Había soportado las mayores tempestades, sufrido en grandes batallas, más, nunca habia cedido cuando los otros palos lo hicieron.

Sin embargo, el capitan le miraba con odio. Solo algunos de los marinos más antiguos podian distinguir algo más. Era un brillo sutil, una nota la sinfonia del odio, pero estaba ahí. Sus ojos, entre cerrados de la rabia, no dejaban ver lo que para los que comenzaron con el la primera travesia era evidente. Realmente no llovia.

El capitan estaba maldito, y por orgullo se maldijo a si mismo. No podia permitir que su tripulación le viera flaquear y así cuando el agua salada se acumulaba en su interior, nubes de rabia aparecian por el horizonte y al instante comenzaba a diluviar.

De aquel arbol, de aquel espriritu había surgido su bordon su pierna y su barco. Aquel espiritu que le ayudó a llegar donde estaba, parecia crujir de dolor. Ya antes habia crujido, ¿pero cuanto más aguantaría?. Sabía que aunque perdiera su mastil seguiria hasta el fín, pero aquel pedazo de madera había hechado raices en su interior.

Ya habian recojido las velas, ahora no se le oia sufrir. La lluvia habia cesado, más una niebla espesa rodeaba el barco. El capitan ya no estaba en el puente, andaba por las montañas camiando despreocupado hacia el suroeste.

A lo lejos, en lo alto del collado había algo clavado en el suelo. Era un palo, era una estaca, al lado del camino habia un hombre anciano, junto a su cabaña. Cuando hubo llegado al collado, el anciano le miraba fijamente. El intrigada se la devolvio.

Anciano:-Joven es tus ojos veo que tu camino será largo, más te valdría coger un buen apoyo.-
Joven:- Yo soy joven y mis piernas fuertes, no necesito un bastón para ancianos. Puede que usted, que esta medio ciego lo necesite, pero yo me sobro con mis piernas.
A:-El camino a las estrellas no es sencillo, muchacho, si quieres llegar algún dia allí habras encontrar un lugar donde apoyar te cuando desfallezcas, pues el camino es largo.
J:-¿Comó sabe usted cual es mi camino?
A:- ¿A caso hay más de uno? , si tu pregunta es por que un pobre ciego conoce tu destino, te diré que el no ver la luz no es cerrar los ojos, pues la respuesta es sencilla. Los pasos de quien anda hacia algún lugar de la tierra y suenan como mazas que machacan la tierra. Los que andan en sueños apenas rozan el suelo, y los que como tú persiguen las estrellas, siemplemente no se os oye andar, ya que cada paso sabeis que no estais más cerca de alcanzarlas y tan solo vuestra respiración os delata.

Ante tamaña sorpresa, el peregrino cogió en bordon clavado en el suelo y continuó su camino, esta vez con un punto de apoyo.

El mastil, al fin y al cabo era el punto de apoyo de las velas, que hacen volar el navio, sin mastil, se puede sobrevivir, pero nunca llegar a las estrellas.

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